10 sept 2015

¡Cuidado! La ciencia mal entendida también es una pseudociencia.

 por Sergio Montañez. 

La ciencia moderna es el mejor instrumento que tenemos para conocer la realidad. Sin embargo, a pesar de que no existe ningún trabajo serio que haya sido capaz de rebatir esta afirmación, todavía un porcentaje de población alarmante (no por mayoritario, pero sí por ser nada despreciable) desconoce este hecho. Este es el motivo por el que tantos timadores y charlatanes de todo tipo consiguen hacer negocio con productos y terapias que ellos llaman "alternativas". Supongo que han elegido la palabra "alternativa" porque la alternativa a las medidas que funcionan son precisamente las que no funcionan.

Afortunadamente en España tenemos todo un ejército de excelentes divulgadores científicos que lleva bastante tiempo trabajando incansablemente para desprestigiar todas las prácticas pseudocientíficas, y, si Bilbao no vuela por los aires este fin de semana, parece que esta loable empresa seguirá adelante.

Sin embargo ¿se ha conseguido desprestigiar todas las prácticas pseudocientíficas? ¡No! Una aldea repleta de irreductibles ideas pseudocientíficas resiste todavía. No se trata de las "magufadas" de las que estamos acostumbrados a hablar. Quizás un nombre más adecuado para ellas es el de "cientufadas" o "cienzufadas". El segundo término se usa más, pero es posible que sea más adecuado el primero ya que "ciencia" viene del latín "scientĭa".

Un "cientufo", o "cienzufo", es aquel que, en su obsesión por conseguir que prevalezca el conocimiento científico por encima de las mentiras de los timadores y las supersticiones de los ignorantes, pone todo su empeño en imponer éste como la verdad absoluta, colocándose al mismo nivel que las prácticas pseudocientíficas que pretende combatir. Es posible que el término "cientufo" resulte ofensivo a quien se dé por aludido. Si es así, esto podría usarse como un argumento para sugerir dejar de utilizar el término "magufo", ya que, si la persona a la que pretendes enseñar se siente ofendida, es más difícil que te escuche.

No se trata de un fenómeno exclusivo de nuestro país. Grandes divulgadores de la ciencia, como Carl Sagan o Neil deGrasse Tyson, han sido criticados por comportarse a veces como cientufos. También grandes científicos con gran poder de convocatoria mediática como Stephen Hawking cometen habitualmente este pecado, incluso el mismo autor del blog que acabo de enlazar es curiosamente al mismo tiempo el que más lo critica y el que más lo hace. Para ser honestos, probablemente ninguno de nosotros estamos a salvo de cometer este tipo de errores, incluso por mucho empeño que pongamos. No voy a proponer crucificar a nadie por ello. Pero lo mismo que con el error que he cometido a veces al decir "el piloto", "la azafata", "el médico" y "la enfermera" sin conocer el sexo de la persona concreta a la que me estaba refiriendo, que no se deba castigar no significa que esté bien o que no sea necesario o conveniente denunciarlo.

Básicamente, me he encontrado últimamente con 3 tipos de cientufadas:
  • Las de tipo I consisten en asumir que el conocimiento científico es infalible y que nos lleva a la verdad absoluta. Debe ser que los científicos tenemos línea directa con Dios y que yo no lo sabía. Ignorante de mí, podría haberle escrito un email cuando me dedicaba profesionalmente a la investigación con algunas "preguntillas" y ahora sería el científico más citado y valorado (pero no sería rico). Ya he explicado en un artículo anterior que sabemos desde hace muchos años que los "hechos" en los que se basa el conocimiento científico no son ni anteriores ni independientes a la teoría y que éstos tienen cierta dependencia del paradigma en el que se esté trabajando. En estos 3 artículos (I, II y III) hemos visto que tampoco existe un método infalible que nos lleve de estos "hechos", que son enunciados individuales, a las leyes y teorías, que constan de enunciados generales, y que siempre es posible proteger un conjunto de hipótesis del resultado de un experimento modificando el cinturón protector. En otros artículos hemos visto también que se han dado casos en la historia de la ciencia en los que los científicos no han rechazado una hipótesis a pesar de que tenían pruebas experimentales en contra ¡y han acertado! y otros en los que el método científico se ha aplicado correctamente y ha fallado. Que se trate del conocimiento más seguro que tenemos no significa que sea infalible. Cualquier persona tendría que tener esto claro y, muy especialmente, si se autodenomina "escéptica" y defensora del "pensamiento crítico". 
  • Por otro lado, las de tipo II consisten en utilizar los conocimientos de una disciplina científica para defender una tesis concreta en otra distinta que, aunque esté relacionada y se nutra de la primera, tiene como campo de estudio sistemas mucho más complejos.
  • Y, por último, las de tipo III consisten en llevar las conclusiones de la ciencia más allá del ámbito en el que ésta puede aplicarse legítimamente. Ésta es, quizás, la cientufada más interesante de todas, ya que necesita de una explicación más sutil y es precisamente la falacia que usan los timadores más inteligentes, que no son precisamente los que venden homeopatía, escriben horóscopos o leen las cartas, sino los que gobiernan nuestros destinos.

Como explica Chalmers en La ciencia y cómo se elabora, aunque las teorías científicas describen las tendencias que tienen los sistemas a comportarse de manera determinada, en las situaciones físicas reales esas tendencias se combinan de maneras complejas, de modo que en el nivel de los hechos observables en la vida real se aprecian pocas regularidades. Este es el motivo por el que, desde Galileo, los científicos intervienen experimentalmente creando situaciones tecnológicas, artificialmente ideadas, que aislan al sistema que se está estudiando de influencias indeseables. Por supuesto, esto no es un problema que limita el conocimiento científico que surge de estos experimentos. El éxito de la ciencia moderna, transformando, mejorando y ampliando nuestro conocimiento del mundo, nos indica que no es una mala práctica suponer que esas generalidades detectadas se siguen aplicando en todas las demás situaciones, aunque sean más complejas. Ya hemos visto en un artículo anterior que son precisamente esas intervenciones prácticas las que proporcionan objetividad a la ciencia.

Aunque esto no suponga un problema de limitación epistemológica, sí que hay que tener muy presente que las situaciones complejas del mundo real están más allá de la captación de un análisis científico completo y, por tanto, que la ciencia no es el único ingrediente que hay que tener en cuenta para la toma política de decisiones. Veámoslo con algunos ejemplos:

Ejemplo: la energía nuclear


La física actual es capaz de proporcionar, con un altísimo grado de confianza, respuestas a preguntas detalladas sobre la desintegración radiactiva de los diversos componentes de los residuos radiactivos que se producen en las centrales nucleares. Sabemos, por ejemplo, que los residuos de baja y media actividad, que se producen también en hospitales y centros de investigación, se podrán dejar de considerar en la práctica como radiactivos en unos cientos de años, mientras que los de alta actividad, cuya existencia se debe exclusivamente a que tengamos centrales nucleares, necesitan miles de años para poder ser considerados basura normal. La física también nos dice que, por muchas reacciones químicas a las que sometamos a estos componentes, como se trata de procesos que ocurren en los núcleos y no en las nubes electrónicas de los átomos, no podemos acelerar esa desintegración para conseguir que dejen ya de ser peligrosos. Tampoco sirve en el caso de los residuos de alta actividad diluirlos hasta el infinito, como haría un homeópata, entre otros motivos por la bioacumulación. Incluso el conocimiento científico actual nos puede decir que existe la posibilidad de que en el futuro podamos ejecutar una serie de procesos nucleares para reutilizar estos residuos como combustible nuclear o acelerar su desintegración.

Sin embargo, la física nunca nos podrá decir, por sí sola, si es conveniente o no tener centrales nucleares, ya que:
"[...] nuestro conocimiento científico no está desarrollado para enfrentarse a las complejidades de las situaciones de la vida real como las que se tienen cuando se encierran los residuos nucleares en cristal de borosilicato [...] Aunque es importante reconocer que el conocimiento científico constituye una poderosa ayuda para nuestras intervenciones tecnológicas, ingenieriles y medioambientales en el mundo, y para que entendamos sus posibles efectos, reconocer las limitaciones de la ciencia en este sentido es un correctivo necesario para las mistificaciones y exageraciones que acompañan de forma típica las afirmaciones de los tecnócratas [...] Una vez que introduzcamos cuestiones sobre la deseabilidad y seguridad de diversas intervenciones tecnológicas del mundo, vamos mucho más allá del dominio legítimo de la ciencia."

Chalmers también indica que es importante "reconocer la diversidad de intereses asociados a determinados individuos, grupos y clases, y darse cuenta de que con frecuencia esos intereses entran en conflicto. Cuando, por ejemplo, está en cuestión la seguridad de una planta de energía nuclear propuesta, hay bastante diferencia según desde qué punto de vista se tenga que evaluar la seguridad, si es el de los propietarios de la planta, el de quienes trabajan en ella o viven en sus inmediaciones, o el de las industrias susceptibles de adquirir de ella electricidad abundante y barata [...] Los esfuerzos por transformar en disciplina científica el análisis de riesgos, de modo que se exprese la seguridad de la central nuclear mediante alguna medida objetiva, oscurecen los conflictos políticos implicados[...]"

Y continúa diciendo que:
"Gran parte de una ideología influyente, aunque infundada, de nuestro tiempo supone la extensión de la ciencia mucho más allá de sus límites legítimos, de modo que se elucidan como científicos problemas sociales y políticos, y se ofrecen 'soluciones' de un modo que oscurecen las cuestiones sociales y políticas en juego. Por ejemplo [...] últimamente somos testigos de una tendencia creciente a reducir las cuestiones sociales a económicas que han de ser tratadas por la (pseudo)ciencia de la economía."

De esta forma, un partido político puede estar en contra de la energía nuclear y proponer un plan para abolirla, por ser ésta un mecanismo más de corrupción, mediante el cual una serie de empresas ganan mucho dinero y, aunque pagan impuestos, dejan al estado el "regalo" de tener que gestionar los residuos radiactivos durante miles de años. El gobierno no puede calcular cuántos impuestos tiene que cobrar a la eléctrica por los residuos que genera porque es imposible hacer la cuenta de lo que costará gestionar esos residuos. La ciencia no llega tan lejos. Son necesarias otras consideraciones para llegar a la conclusión de que la energía nuclear no es rentable. Durante las décadas que está una central nuclear funcionando la empresa propietaria gana mucho dinero, ya que la parte deficitaria la tenemos que pagar nosotros y nuestros hijos, nietos, etc.

Por otro lado, a otro partido político puede no parecerle importante este problema, o puede ser más optimista al creer que éste tendrá solución en los próximos años, y estar a favor de la energía nuclear, ya que ésta también tiene ventajas. Si ambos partidos están bien documentados sobre el tema no cabe llamar irracional o acientífico a ninguno de los dos. Eso sería una cientufada de tipo III.

Ejemplo: las radiaciones no ionizantes


El pasado mes de julio un tribunal francés decidió conceder una pensión a una mujer que afirma tener una supuesta enfermedad denominada "hipersensibilidad electromagnética", según la cual las ondas electromagnéticas que emiten los dispositivos de uso cotidiano le provocan insoportables dolores de cabeza, insomnio y problemas cardíacos.

Aunque parece ser que los síntomas que tienen algunas de las personas que afirman tener esta enfermedad son reales, esta sentencia ha encendido la voz de alarma en determinado sector de investigadores, divulgadores y empresas tecnológicas porque hasta la fecha no se tiene constancia de que se trate de una enfermedad real, y no hay ningún estudio que demuestre que las ondas electromagnéticas no ionizantes (y entran en este grupo las ondas de radio que se usan para teléfonos, televisión, wifi, los infrarrojos del Bluetooth, etc) tengan ningún efecto perjudicial para el organismo, ni aunque las recibamos con mucha mayor intensidad de la que se emiten habitualmente. El peligro no está en que se conceda una pensión de invalidez a una persona, siempre y cuando los síntomas sean reales, claro está, sino en que se utilice esta sentencia como argumento a favor de que las radiaciones no ionizantes son muy dañinas para algunas personas, cuando es bastante probable que se trate solamente de un transtorno puramente psicosomático.

Sólo 5 días antes, Pablo Iglesias había metido la pata en el Parlamento Europeo al formular una pregunta sobre los derechos de estas personas. En mi opinión se trata de una metedura de pata porque hay debates más importantes que abrir en el Parlamento Europeo que lo que ocurre con los derechos como enfermos de ciudadanos cuya "enfermedad" no ha sido aceptada por la comunidad científica, pero nunca se debe olvidar que estamos hablando de personas que tienen un problema, probablemente psicológico, que también merecen que se hable de ello y que son precisamente las instituciones democráticas las que tienen que garantizar que se pueda debatir sobre cualquier tema. Incluso en el caso de que se trate de un caso similar al de las personas que dicen sufrir porque alguien les ha echado un mal de ojo, no se debe prohibir que se saque ese tema en una cámara democrática y es peligroso que haya personas que consideren intolerable estas manifestaciones públicas. Lo verdaderamente intolerable es que un político negocie en secreto con un determinado lobby las medidas a tomar, ya que entonces, si se equivoca, no tenemos la posibilidad de hacerle ver que tiene que rectificar.

Cuando un político comete este tipo de errores, aunque sean pequeños como en este caso, es importante reaccionar inmediatamente, para que la equivocación no llegue a más y pase de ser simplemente una pregunta equivocada a formar parte de un programa electoral o, peor aún, de un proyecto de ley con posibilidades de aprobarse. Aunque en todos los partidos políticos con representación en parlamentos nacionales y autonómicos hay personas muy bien formadas en ciencia y tecnología, estas personas pueden tener más o menos peso en las acciones del partido, y este tipo de errores vienen bien para hacerles ver a los dirigentes políticos que deben tener más en cuenta los informes de los expertos y recibir asesoría de las personas adecuadas. De hecho, parece que en el programa electoral para las elecciones catalanas de la candidatura en la que participa Podemos sí que se trata este asunto con el rigor científico necesario.

No voy a ser yo el que prohíba ridiculizar a los líderes políticos que cometan estos errores, algo que se ha hecho también cuando se han dado situaciones similares y más graves con políticos de un amplio abanico de partidos distintos. Sin embargo, si se opta por la vía de ridiculizar, en vez de por la más efectiva vía de la explicación pedagógica, han de cuidarse bien los argumentos que se dan, si no se quiere acabar haciendo el ridículo también.

Por ejemplo, en un artículo publicado en Hipertextual Ángela Bernardo explica acertadamente a Pablo Iglesias que la hipersensibilidad electromagnética no está reconocida como enfermedad. Pero a continuación dice:
"La evidencia científica acumulada hasta el momento es muy clara: esta supuesta enfermedad sólo existe en la imaginación de aquellos que ignoran principios fundamentales de la física."
Y pasa a explicar la diferencia entre las radiaciones ionizantes, las cuales, por estar formadas por fotones cada uno con energía suficiente para ionizar un átomo, son muy dañinas, de las radiaciones de los móviles, el wifi, etc, que no son ionizantes. Sin embargo, el argumento que da es una falacia. Las leyes de la física nos dicen que:
Si son radiaciones ionizantes => seguro que son dañinas
Pero es incorrecto de aquí deducir la siguiente línea:
Sin no son ionizantes => No son dañinas.
Por tanto, quien afirma que las radiaciones no ionizantes dañan a las personas que dicen tener hipersensibilidad electromagnética no está ignorando los principios fundamentales de la física ¿Es necesario inventarse pecados o dejar pruebas falsas en la escena del crimen? ¿No es suficiente con acusar a estas personas de estar haciendo una afirmación de cuya verdad o falsedad no se tiene todavía evidencia científica y que muy probablemente sea falsa?

En este caso, se trata de una cientufada de tipo II. Se está cometiendo la barbaridad de poner en boca de la física afirmaciones a las que la física no llega. Si las radiaciones no ionizantes son dañinas no es algo que se puede saber a partir sólo de las leyes de la física. Es un asunto de la medicina y la biología. Y no es un tema nada básico ni sencillo. De hecho, la OMS, a través de la IARC, catalogó en 2011 a las radiaciones no ionizantes de los móviles dentro del grupo 2B de los posibles riesgos de cáncer, grupo en el que están los agentes que es posible que sean cancerígenos. Es decir, se tiene algún indicio de peligro pero no es en absoluto convincente y, ni mucho menos, es probable que lo haya. Por este motivo no está justificado alarmar a la población con este asunto, se debe indicar a quien lo hace que está cometiendo un error, pero ni mucho menos procede llamar analfabeto científico a quien plantee dudas.

Posteriormente, en otro artículo, Javier Peláez se burla de Pablo Iglesias por su pregunta sobre la posibilidad de que las radiaciones no ionizantes puedan ser dañinas, porque el cuerpo humano no es capaz de sentirlas, diciendo:
"Incluso si naciera alguien con ese increíble superpoder, algo así como un salto en la evolución dentro de los sueños de algún dibujante de los comics de la Marvel, apenas se vería influido por esas ondas con tan poca energía. La luz del Sol posee mucha más energía y vivimos todos los días rodeados de ella."

Este argumento es también una falacia. Si un sistema físico (ya sea el cuerpo humano o cualquier aparato electrónico) no pudiera ser sensible a las radiaciones que son mucho menos intensas que las solares, entonces mi receptor de radio no podría distinguir la señal de los 40 principales. El hecho de que algo sea sensible a la radiación no depende sólo de su intensidad, sino también de la estructura interna que tenga, por ejemplo, de si tiene circuitos resonantes cuya frecuencia de resonancia esté próxima a la de la señal electromagnética. Es decir, lo que hay que discutir no es sólo la intensidad de la onda electromagnética, sino los procesos de transferencia de energía entre ésta y el cuerpo humano. Y esto es un tema que va más allá de la física. Forma parte de la medicina y la biología, con lo que, de nuevo, se está acusando incorrectamente a Pablo Iglesias de estar ignorando las leyes de la física. No creo que Pablo Iglesias, siendo de letras y habiendo estudiado en el sistema educativo español establecido por la Ley General de Educación de 1970, sepa mucha física, pero es otro el error que ha cometido, no ese.

Ejemplo: los transgénicos


No sé bien qué contenidos son los que uno tiene que estudiarse para que le den el carnet de manipulación de alimentos, pero hay uno que me parece básico. Además de los celiacos, los intolerantes a la lactosa, etc, existen personas tan alérgicas a algún determinado alimento, por ejemplo los frutos secos, que con unas pocas trazas que caigan en su plato de comida, por contaminación alimentaria, se les cierra la garganta y se pueden morir. No es algo que haya que tomarse a broma. Estas personas no suelen comer en restaurantes y prefieren cocinarse todo en casa con mucho cuidado.

La nueva ley educativa, la LOMCE, establece una asignatura optativa en 1º de bachillerato que se denomina Cultura Científica, similar a la antigua Ciencias para el Mundo Contemporáneo. En esta asignatura se estudian contenidos de física, química, biología, geología o tecnología básicos que toda persona culta debería tener claros, como por ejemplo, la selección natural, nuestro lugar en el universo o qué son los transgénicos. La diferencia con la ley anterior, la LOE, que no existía cuando Pablo Iglesias, Pedro Sánchez o Mariano Rajoy iban al instituto, es que las Ciencias para el Mundo Contemporáneo eran obligatorias para todos los alumnos, incluidos los alumnos de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales. Sin embargo ahora, por ser optativa, tanto los "de letras" como los "de ciencias" que no cursen ni la Biología de 4º de la ESO ni la Cultura Científica pueden acabar llegando a la universidad sin saber de qué va eso de la selección natural. Estoy hablando de un porcentaje importante de nuestros futuros ingenieros.

Debido a la prisa por implementar la nueva ley educativa las editoriales han tenido que sacar a la carrera los nuevos libros de texto. En uno de estos libros de texto, de la asignatura optativa de 1º de bachillerato de la que estamos hablando y de la editorial McGraw Hill, sin citar la fuente (práctica habitual que hace que los libros de texto no sean de buena calidad), se menciona que los transgénicos implican un peligro más para las personas alérgicas. En principio, un alimento que no da alergia a estas personas al modificarlo genéticamente puede tener proteínas de otras especies que sí les causan alergia, y ya se ha comprobado que esto ha ocurrido tal y como explica Catalina Rodríguez desde el Observatorio de Seguridad Alimentaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, aunque no tengo constancia de que los productos con estos problemas se hayan comercializado.

Ésta no es la única afirmación controvertida del citado libro de texto. En un artículo en Magonia, el periodista Luis Alfonso Gámez critica, probablemente con razón, al libro de texto, citando  previamente el párrafo (bastante pequeño) en el que se habla en el libro de los peligros de los transgénicos. Lo sorprendente es que, teniendo tan claro que lo que dice el libro es una barbaridad, no haga referencia en su crítica a las alergias alimentarias, cuando este tema se menciona en el pequeño párrafo del libro que está criticando.

Estas cosas no ayudan. A una persona alérgica que esté preocupada por si la presencia de alimentos transgénicos en los supermercados puede complicarle más la vida el texto autoritario de Luis Alfonso Gámez, en vez de tranquilizarla, le causa más alarma todavía. No se puede decir "la ciencia dice esto y ya está". Hay que informar y explicar. Estas personas no son magufos. Simplemente tienen una preocupación razonable y necesitan información.

Entiendo que a veces los pseudocientíficos pueden sacarle a uno de quicio y podemos acabar en una guerra abierta y desesperada contra ellos, pero en esta guerra no vale todo, o nos convertiremos en lo que no queremos ser. 

Sobre el mismo asunto, cada vez he visto más discusiones en Twitter similares a ésta:

¿La ciencia no admite debate? ¡Toma cientufada de tipo I! ¿Lo dicen las Sagradas Escrituras?

Ejemplo: la revolución copernicana en la escuela


Es posible que el origen de las cientufadas esté en cómo enseñamos ciencias en la escuela, aunque hoy en día los medios de comunicación de masas juegan un papel más importante en la educación de la población que la escuela.

Sugiero al lector el siguiente experimento. Elija a un grupo de personas de su entorno y propóngale realizar los dos siguientes experimentos para que, aplicando el método científico, disciernan cuál de estos dos modelos del mundo es más cercano a la realidad: el heliocéntrico o el geocéntrico. Es importante que estas personas no sean físicos, si no se quiere acabar escuchando que da igual decir que la Tierra gira alrededor del Sol o el Sol de la Tierra, ya que en Relatividad General las ecuaciones en forma tensorial tienen el mismo aspecto independientemente de las coordenadas que elijamos.
  • El primer experimento consiste en anotar las constelaciones en distintas épocas del año. Si se observa paralaje (cambio de la posición relativa de las estrellas), sería una prueba a favor del modelo heliocéntrico, ya que, al moverse la Tierra alrededor del Sol, estamos mirando cada vez desde un punto distinto.
  • El segundo experimento consiste en comparar el tamaño de Venus y de Marte, a simple vista, en distintas épocas del año. Si el modelo correcto es el geocéntrico, por muchos epiciclos que metamos, ambos astros deberían verse más o menos igual de grandes aunque pasen los meses. Por el contrario, si tanto Marte como la Tierra se mueven alrededor del Sol, a veces Marte estará lejos y a veces cerca de la Tierra, cambiando su tamaño aparente.

Tanto si estas personas tienen la paciencia de hacer estos dos experimentos (sin telescopio, esto es importante) como si les dices lo que sale, la reacción general que me he encontrado, al menos en estudiantes de bachillerato, es de rechazo, de frustración, como si estuvieran siendo agredidos (algo que es natural que ocurra, por ejemplo, si le dices a un creyente que su dios no existe).

En los centros educativos normalmente no se enseña, se adoctrina. Se les dice a los niños que el modelo geocéntrico es infantil e irracional, mientras que el heliocéntrico es el correcto. Simplicio ahora es heliocentrista, pero sigue siendo Simplicio.

Conclusión


Los cientufos, al adoptar la estrategia positivista, se presentan típicamente como defensores de la ciencia y la racionalidad, y hablan de sus oponentes como "magufos", enemigos de la racionalidad. Pero también están equivocados. Al pretender defender la supremacía de la ciencia apelando a una explicación ahistórica y universal de sus métodos y normas, estrategia condenada al fracaso, caen en manos de ese movimiento contrario al que temen. De esta forma, por un lado, hacen demasiado fácil la tarea de los filósofos relativistas que ponen a la ciencia en el mismo saco que las creencias religiosas y supersticiosas. Por otro lado, su desconocimiento de en qué consiste el trabajo científico hace que den una imagen de la ciencia como una pseudociencia más, presentándola además como deshumanizadora y opresora.

Ocurre, sin embargo, que no es ninguna broma que la gente no tenga clara la distinción entre ciencia y psudociencia. Como dice Lakatos:
"La teoría de Copérnico fue prohibida por la Iglesia Católica en 1616 porque se la consideraba pseudocientífica [...] En 1949, el Comité central del partido comunista soviético declaró pseudocientífica la genética mendeliana"
Posteriormente
"[...] la genética mendeliana fue rehabilitada; pero se mantuvo el derecho del partido a decidir lo que es ciencia y publicable, y lo que es pseudocientífico y punible. Las nuevas clases dirigente liberales de Occidente también ejercen el derecho a negar la libertad de expresión a lo que consideran pseudocientífico [...] Por eso el problema de la demarcación entre ciencia y pseudociencia no es un problema de filósofos de salón: tiene graves implicaciones éticas y políticas".

Si nos dedicamos a aceptar y valorar mejor socialmente a las personas cuanto más luchen contra las pseudociencias, pero sin tener en cuenta la calidad de esa lucha, estaremos contribuyendo a un clima en el que se sigan cometiendo estos mismos errores.

Se acercan las elecciones generales y los partidos políticos tendrán que perfilar sus programas electorales. Tan importante es conseguir que a éstos no se les cuele ninguna magufada como evitar dar la imagen equivocada de que la ciencia zanja los debates sobre qué decisiones políticas hay que tomar. Y a ti, ciudadano, mamá Ciencia no te va a decir a quién hay que votar. Tienes que pensar por ti mismo.

7 comentarios:

  1. Y por ultimo las cientufadas de tipo IV: utilizar credenciales academicas/cientificas para hacer una defensa encubierta de su partido politico preferido. Se nota por el sesgo y el razonamiento motivado que impregna su discurso.

    Le sugeriria al autor que disimulara un poco, parece que la entrada entera esta diseñada para hacer propaganda/defensa de Podemos.

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  2. Estimado David
    Gracias por sugerir un 4º tipo. Cuando estaba escribiendo el artículo pensé también en que a veces, cuando hacemos divulgación científica y explicamos por qué la homeopatía es un timo, por ejemplo, utilizamos lo que llamas las credenciales académicas/científicas como argumento de autoridad, y no se debería abusar de esto. No obstante, en el artículo sí afirmo que la ciencia es la mejor forma de conocimiento que tenemos y eso, necesariamente, hace inevitable que utilicemos argumentos de autoridad del tipo: "esta hipótesis ha sido estudiada en detalle por la comunidad científica y hay consenso en que, con un alto grado de confianza, es verdadera/falsa. Se trata de personas muy bien formadas que han trabajado duro y con rigor, con lo que te puedes fiar de ellos". Por eso no me parece bien llamar cientufada a esos argumentos de autoridad.
    En lo que respecta a tu opinión de que se trata de un artículo sesgado y motivado para beneficiar a Podemos, siento mucho que no lo hayas entendido correctamente. El significado de un artículo cambia a veces en función del contexto en el que se escribe, y los medios de comunicación se encargan de fijar ese contexto para que interpretemos todo en términos de la confrontación entre partidos políticos. Esto ha llevado a que muchas veces acabemos cayendo en la falsa dicotomía "si no estás conmigo, entonces estás contra mí"
    https://es.wikipedia.org/wiki/Est%C3%A1s_conmigo_o_est%C3%A1s_contra_m%C3%AD
    Si un político se equivoca, otra persona le critica por esa equivocación, pero lo hace utilizando la ciencia de manera incorrecta ¿sólo pueden señalar la falacia los seguidores de ese político? ¿Los científicos no tenemos nada que decir? Y si alguien lleva la bandera constitucional de España ¿es un facha por ello? Los españoles tenemos bastantes cosas más interesantes en la cabeza que el hooliganismo de los telediarios.
    Estoy seguro de que no estás de acuerdo con algunas de las cosas que se explican en este artículo, y que otras las puedes matizar y enriquecer, y estoy deseando leer críticas sobre el contenido del artículo o sobre que debería dar más detalles de las fuentes utilizadas, por ejemplo. Pero al catalogar al autor como "escritor de propaganda" de un partido político, la crítica se queda sólo en eso, no llega más lejos, y perdemos todos.
    La tesis principal del artículo, que las situaciones de la vida real están más allá de la captación de un análisis científico completo y que, por tanto, la ciencia no es el único ingrediente a tener en cuenta en la toma de decisiones, no es mía. Es de Alan Chalmers, un físico y filósofo de la ciencia de la Universidad de Sydney, una de las personas que más sabe sobre filosofía de la ciencia del mundo, y cuyos libros Science and Its Fabrication, y What Is This Thing Called Science? se usan como libro de texto en la mayoría de las universidades del mundo. Cuando desarrolló estas ideas en los años 70 y 80 dudo mucho que tuviera en mente la contingente situación política de la España de 2015.
    El artículo lo he escrito ahora porque me he dado cuenta de lo extendida que está la tesis de "la ciencia no admite debate" y de lo peligroso que es que los que la sostienen no se paren a reflexionar sobre la misma.
    Saludos

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  3. Es sencillo, la cuestion es que yo he podido inferir su afinidad politica a partir de un articulo de divulgacion. ¿Que cree que significa eso?

    (Gracias por la referencia a Chalmers, que conocia ya por su trabajo en consciencia y zombies)

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    1. En primer lugar no sabes si has acertado. El artículo es compatible con ser indeciso o de casi cualquier partido.
      En segundo lugar, si prestas un poco de atención te darás cuenta de que el de los zombies es David Chalmers, mientras que el profesor que cito es Alan Chalmers.

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  4. Ningún científico auténtico apela a la ciencia como verdad absoluta. El conocimiento científico se basa en la experimentación, formulación y en su caso demostración de hipótesis, pero muy especialmente en la reproducibilidad. Unos resultados deben publicarse en un medio donde haya revisión por pares (es decir especialistas que puedan cuestionar lo que se pretende publicar) y sobre todo en una forma que otros científicos puedan comprobar que lo que se pretende demostrar se puede reproducir. Con todo y con eso muchas veces el tiempo o el desarrollo posterior muestra que lo que se creía no era cierto, y un auténtico científico debería ser el primero en reconocer que una hipótesis o una teoría se puede refutar, modificar o simplemente sustituir por una más acertada con nuevos instrumentos o herramientas de cálculo.
    Lo que sucede muchas veces es que la insistencia de los pseudocientíficos -que en general son los dogmáticos- acaba por colmar la paciencia del científico, quien tras innumerables intentos por apelar al razonamiento simplemente apela a la autoridad de la ciencia contrastada como último recurso.

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  5. Un usuario en Twitter, @solof1sincirco, ha manifestado su disconformidad con el hecho de que el artículo de Catalina Rodríguez, del Laboratorio de Seguridad Alimentaria de la Universidad Autónoma de Barcelona, que enlazo contenga una lista de referencias bibliográficas sin especificar mediante números en qué parte del texto se utiliza cada obra. Desgraciadamente, se trata de una práctica habitual que debería eliminarse, y estoy de acuerdo en que resta rigor a su artículo. Es por ello que he tachado lo que se afirmaba en ese artículo y me remito a sus explicaciones.
    Es una pena que este usuario de Twitter se haya negado a manifestar su pequeña objeción en este blog, prefiriendo el diálogo de sordos que supone comunicarse con 140 caracteres. Todos nos habríamos enriquecido del debate y seguro que el presente artículo se podría mejorar más todavía.
    No obstante, como se observa, el cambio en el artículo a demanda de este usuario no afecta a lo que se estaba argumentando: existiendo la posibilidad teórica de que un OGM, al tener proteínas que no son suyas, causen alergias alimentarias a quien hasta entonces no era alérgico a esa especie, es una barbaridad acusar de "magufos" a las personas alérgicas que piden información y demandan que se les explique qué mecanismos de control específicos de alergias hay (supongo que serán adecuados) para que esto no ocurra y qué dice la legislación actual al respecto, para que así puedan comer tranquilas. Por supuesto, es mucho más cómodo no preocuparse en buscar esta información y meter miedo a quien la pide acusándole de ser acientífico o ignorante.

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    1. Agradezco también a este mismo usuario la referencia del artículo de review sobre las investigaciones de la década 2003-2013 sobre la seguridad de los cultivos transgénicos
      http://www.tandfonline.com/doi/pdf/10.3109/07388551.2013.823595
      que Luis Alfonso Gámez tenía que haber citado y explicado en su artículo, para así tranquilizar a los alérgicos, con lo que se habría librado de la crítica que le hace el presente texto.

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