25 oct 2016

¿Es la LOMCE la ley educativa de excelencia que necesitan los nacidos el siglo XXI?

En la sociedad actual, en el contexto de un mundo post-industrial globalizado y sometido a una revolución tecnológica continua, la información es el ingrediente fundamental. Los flujos de mensajes e imágenes a través de las nuevas tecnologías han alcanzado una intensidad sin precedentes y se han constituido como los ladrillos fundamentales de una nueva estructura social [Castells 2000], hasta el punto de que la generación, procesamiento y transmisión de la información son ahora las principales fuentes de poder y de productividad.

Ocurre, sin embargo, que "conocimiento" no es lo mismo que "información". Aunque la sociedad informacional, apoyada en el crecimiento económico y el progreso científico y tecnológico del último siglo, está ya muy desarrollada, aún estamos lejos de crear el embrión de lo que sería una "sociedad del conocimiento". Esta circunstancia la sufrimos los ciudadanos y, muy especialmente, nuestros estudiantes de Educación Secundaria, que, aunque tienen acceso a una ingente cantidad de información a través de Internet, se ven desbordados por ésta e incapaces muchas veces de darle significado y utilidad.

Este es el motivo por el que ya hay autores [Fuchs 2010, Sutton 2013] que hablan de una nueva jerarquía social con relaciones asimétricas de poder, en la que las nuevas élites (los "doers") son los que organizan y controlan las TIC y los flujos de información. Estas élites forman redes y se comunican, pero marginan al resto (los "users"), que, en esta nueva sociedad, se encuentran en una clara situación de desventaja. Hay que señalar que esta jerarquía va más allá de lo que se entiende comúnmente por “brecha digital”. Los “users” tienen acceso a Internet y saben usar las TIC, pero se limitan pasivamente a consumir la información tal y como la presentan los “doers”, y a amplificar su alcance (retuiteo) a través de las redes sociales, sin crear ni procesar prácticamente nada. Está claro que no deberíamos utilizar, para describir esta situación, el término “sociedad del conocimiento” con el que nos han estado engañado los gobiernos neoliberales desde los años 80. Un término más adecuado es el de "capitalismo informacional global".

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José Ignacio Wert, ex ministro de Educación que impulsó la LOMCE.

El curso 2015-2016 es el primero en el que la nueva ley del Partido Popular [LOMCE 2013] va a estar vigente en todos los niveles educativos. Una de las principales novedades de esta ley es que, en su marco curricular, el referente esencial de la evaluación ahora son los estándares de aprendizaje evaluables, que concretan y desarrollan hasta un detalle sin precedentes los criterios de evaluación, con la intención de convertirlos en realidades mensurables y por tanto, susceptibles de calificación. Otra, el establecimiento de exámenes externos estandarizados en 4º de la ESO y en 2º de Bachillerato para “medir” estos estándares. Ingenuamente la idea parece buena, ya que da la impresión de dar mayor rigor científico al sistema educativo, desglosando el aprendizaje en magnitudes medibles y cuantificables. No obstante, la realidad es otra muy diferente.

En primer lugar, los exámenes estandarizados no miden el aprendizaje, lo condicionan [Fernández Panadero 2016]. Su presencia obliga a profesores y alumnos a dedicar la mayor parte del tiempo, no al aprendizaje, sino a entrenar para completar correctamente un documento burocrático llamado examen. Esto es lo que en el mundo anglosajón se denomina "teaching to the test", y actualmente es percibido por los profesores de universidad como uno de los mayores obstáculos para que los estudiantes lleguen a la universidad con la formación adecuada [Higton 2012]. Si el entrenamiento para el test consume todos los recursos, el tiempo y la energía de profesores y alumnos, ¿qué nos queda para el proceso de enseñanza-aprendizaje? En EEUU, por ejemplo, la imposición de tests estandarizados sólo ha servido para reducir tanto la calidad como la cantidad de lo que se enseña y aprende en las escuelas, para despreciar el papel del profesor y para distanciar a los estudiantes del aprendizaje activo [McNeil2000].

En segundo lugar, la educación centrada en las pruebas estandarizadas es un fraude a los mejores estudiantes, a los que, tras realizar un gran esfuerzo para dominar los estándares de aprendizaje, se les da en el mejor de los casos una buena nota y se les hace creer que han aprendido. Sin embargo, la calificación que ha obtenido un alumno en un examen estandarizado no tiene el contenido informativo como indicador del aprendizaje que ingenuamente cabría esperar. Lo ha perdido en el momento en el que esta misma calificación se ha convertido en el objetivo de profesores, alumnos y de la administración educativa. Esto es lo que se conoce como la ley de Goodhart [Goodhart 1975]: cuando un indicador socioeconómico u otra medida sustituta se convierte en el objetivo de políticas socioeconómicas, pierde el contenido informativo que podía cualificarla para jugar ese papel. Una buena calificación en un examen estandarizado nos hace creer que todo ha ido bien, pero aceptarla sin ninguna crítica es hacer trampas como las que hacíamos cuando teníamos 5 años: en vez de recoger los juguetes los hemos escondido debajo de la cama. Se trata de una falsa apariencia de excelencia educativa que les hace creer a los estudiantes que van a llegar a la universidad con garantías de éxito. Cuando se encuentran con la dura realidad, muchas veces ya es demasiado tarde.

En tercer lugar, es bien sabido por los psicólogos que las emociones que experimentan los seres humanos están muy determinadas por la estructura de las relaciones de poder a las que se ven sometidas [Barbalet 2002] y que, cuando estas relaciones de poder son tan asimétricas como las que experimentan los estudiantes entre las primeras dificultades que se encuentran y la presencia en el horizonte de esa evaluación estandarizada, la principal emoción es el miedo: miedo a no entender las explicaciones del profesor, miedo a no pasar el examen, miedo a decepcionar a los padres o a uno mismo [Freire 2005]. Este miedo, aunque puede no ser un obstáculo para que el profesor les prepare para hacer bien los exámenes estandarizados, sí lo es en la tarea del docente de guiar un proceso de aprendizaje en el que los alumnos puedan también producir y construir conocimiento [Neary 2012], ya que el miedo coarta enormemente su creatividad. Siempre ha sido necesaria una prueba estandarizada en 2º de Bachillerato para regular el acceso a la universidad, y todos los profesores hemos podido comprobar la pérdida de creatividad que experimentan nuestros alumnos durante ese curso. Si hacemos esto también en 4º de la ESO la atrofia creativa de las nuevas generaciones será todavía peor.

The Outcomes of High School, original poem by Alex Isaac

Parece increíble que en pleno siglo XXI una panda de políticos mediocres y sus palmeros ministeriales haya acabado imponiendo a toda la comunidad educativa una ley que ignora, tanto los últimos 100 años de investigación sobre los procesos de enseñanza-aprendizaje, como algo tan básico en educación como es el hecho de que estos procesos deberían ser más importantes que el producto final. La amplitud y concreción de los estándares nos deja poco tiempo a los profesores para desempeñar el papel más importante que deberíamos interpretar, el de provocadores de conflictos cognitivos que motiven de verdad intrínsecamente a los alumnos [Ausubel 1968, English y Stengel 2010]. La LOMCE nos obstaculiza esta tarea, a pesar del consenso que existe de que sólo la motivación intrínseca (y no la extrínseca de los exámenes estandarizados) es intelectualmente estimulante y eficiente como motor educativo.

Otra deficiencia fundamental de esta ley es que ignora que es indispensable poder evaluar si los alumnos son capaces de aplicar los nuevos conocimientos a situaciones nuevas, ya que sólo así podremos comprobar que se ha producido efectivamente un aprendizaje significativo [Ausubel 1968], en vez de una mera repetición de información y de ejecución mecánica de algoritmos preestablecidos, que es lo que se hace en los exámenes estandarizados.

¿Está por tanto orientada esta ley educativa a la formación de “doers” en vez de “users”? Claramente no. Este tipo de aberraciones pedagógicas, que recompensan el uso (consumo) de la información, en vez de la producción de conocimiento, condenan a los estudiantes a tener en el futuro una posición subordinada en el mercado laboral y a ser consumidores dóciles [Sutton 2013].

En el caso de las ciencias las consecuencias son desastrosas. En primer lugar, para llevar a cabo un proyecto de investigación siguiendo la metodología científica con éxito es indispensable tener las habilidades creativas necesarias para hacerte buenas preguntas, plantear hipótesis y diseñar experimentos y simulaciones para comprobar estas hipótesis. Sin embargo, la contribución de la LOMCE al desarrollo de estas competencias no es que sea nula, es negativa.

En segundo lugar, aunque la enseñanza de la metodología del trabajo científico está incluida en el currículo oficial LOMCE, la gran cantidad de tiempo que la ley obliga a preparar exámenes estandarizados impide que esta misma metodología se utilice en la mayoría de las sesiones. El resultado ya lo conocemos, porque es el mismo que el de los sistemas educativos tradicionales: los estudiantes estudian el conocimiento científico de forma dogmática, con poco uso del pensamiento crítico, como si de la clase de religión se tratase, y acaban asumiendo todos los mitos sobre la infalibilidad de la ciencia que ya creíamos superados. Cuando, por ejemplo, se les da el dato (real) de que Venus y Marte a simple vista se observan con un tamaño similar en todas las épocas del año (dato que apoya al modelo geocéntrico frente al heliocéntrico) [Chalmers 1999], reaccionan como si les hubieras ofendido, con una respuesta muy similar a la de un creyente cuando alguien, con ánimo de hacer daño, se mofa de que su dios no existe. Simplicio ahora es heliocentrista, pero sigue siendo simplicio. En los exámenes estandarizados, otro ejemplo, todos los gases son ideales, con lo que los estudiantes acaban creyendo que PV=nRT es una ley universal para todos los gases. Saber que las leyes científicas tienen todas un rango (conocido o no) de validez más allá de las situaciones particulares que se plantean en los exámenes estandarizados, y que no es legítimo aplicarlas más allá de ese rango, es un elemento fundamental en la formación científica básica que todo ciudadano debería tener.

Si hay poco tiempo en clase para que los alumnos trabajen como científicos, difícilmente van a entender que, desde Galileo, los científicos, para poder captar las regularidades de la naturaleza mediante leyes, necesitan intervenir experimentalmente creando situaciones tecnológicas, artificialmente ideadas, que aíslan al sistema que se está estudiando de influencias indeseables. Esto es así porque en las situaciones de la vida real esas tendencias se combinan de maneras complejas y dan lugar a pocas regularidades en el nivel de los hechos observables.

Por supuesto, esta “artificialidad” de la metodología científica no es un problema que limita el conocimiento científico que surge de estos experimentos, pero sí nos muestra que las situaciones complejas del mundo real están más allá de la captación de un análisis científico completo y, por tanto, que la ciencia no es el único ingrediente que hay que tener en cuenta para la toma política de decisiones [Chalmers 1990]. Por ejemplo, el conocimiento científico actual es capaz de proporcionarnos con bastante precisión qué ventajas y qué inconvenientes tiene la utilización de la tecnología nuclear de fisión, pero en la asignación de pesos que ponderen estas ventajas e inconvenientes también juegan un papel importante cuestiones económicas, sociales y medioambientales. Dado que en una sociedad democrática plural no todos tenemos la misma ideología ni los mismos valores, distintas personas bien formadas pueden llegar a conclusiones opuestas sobre la conveniencia de utilizar la energía nuclear. Sin embargo, en la estructura jerarquizada de “doers” y “users” del capitalismo informacional, cada vez es más intensa la campaña de las élites para hacernos creer que la ciencia (o más concretamente, lo que los tecnócratas dicen que es la ciencia) nos dicta qué decisiones tomar, apoyados en esta deficiencia en la enseñanza que acabamos de señalar,. Así, tratan de convencernos de que sería un error someter estas decisiones a escrutinio democrático, utilizando el lema simplón “la ciencia no admite debate”. Es muy peligroso que cada vez esté más extendida la idea de que es mejor dejar decidir sobre cuestiones tan serias como la energía, los transgénicos o la regulación del mercado laboral sólo a los falsos expertos que ellos nos indican, “expertos” que aplican sus valores en la toma de decisiones, no los tuyos.

Sólo dando una buena formación científica básica a toda la población podremos conseguir parar las imposiciones antidemocráticas de los tecnócratas. Para la UNESCO, el concepto pluralista de “sociedades del conocimiento” va más allá de la sociedad de la información, ya que apunta a transformaciones sociales, culturales y económicas en apoyo al desarrollo sostenible [Cyranek 2005], transformaciones en las que debemos participar todos, teniendo muy en cuenta la herramienta más potente que posee la humanidad, el conocimiento científico, pero también sin olvidar la complejidad de los problemas reales y la pluralidad de los valores de las personas. Nos queda mucho camino todavía por recorrer, pero el siguiente paso lo tenemos claro: paremos la LOMCE.

Sobre el autor: Sergio Montañez Naz es doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de Secundaria en la Comunidad de Madrid

Referencias:
-Ausubel, D.P., Novak, J.D. y Hanesian, H. (1968) Educational Psychology: A Cognitive View. Holt, Rinehart and Winston.
-Barbalet, J. (ed.) (2002) Emotions and Sociology, Oxford: Blackwell “… the particular emotions that people experience arise out of the structure of the relations of power and status in which they are implicated.”
-Castells, M. (2000) The Information Age: Economy, Society and Culture. Vol. I: The Rise of the Network Society. Second Edition. Oxford, UK: Blackwell Publishing “… information is the key ingredient of our social organization” and “flows of messages and images between networks constitute the basic thread of our social structure.”
-Chalmers, A. (1990) Science and its fabrication. Univ Of Minnesota Press; 1 edition
-Chalmers A. (1999), What Is This Thing Called Science?, 3rd edn, Milton Keynes: Open University Press.
-Cyranek, G. (coord.) (2005) Hacia las Sociedades del Conocimiento UNESCO. http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001419/141908s.pdf
-English, A. & Stengel, B. (2010) “Exploring Fear: Rouseau, Dewey, and Freire on fear and learning”, Educational Theory, 60(5): 521-542.
-Fernández Panadero, J. “Dime qué me preguntas y te diré quién soy”, en el blog La ciencia para todos https://lacienciaparatodos.wordpress.com/2016/02/24/dime-que-me-preguntas-y-te-dire-quien-soy/
-Freire, P. (2005) Teachers as Cultural Workers. Letters to Those Who Dare to Teach, Boulder: Westview Press.
-Fuchs, C. (2010) “Labor in Informational Capitalism and on the Internet”, The Information Society, 26: 179–196
-Goodhart, C.A.E. (1975). «Monetary Relationships: A View from Threadneedle Street». Papers in Monetary Economics (Reserve Bank of Australia) I.
-Higton, J. et al (2012) Fit for Purpose? The view of the higher education sector, teachers and employers on the suitability of A levels. Ipsos Mori Social Research Institute (UK government).
-LOMCE (2013) “Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa”. Publicado en: «BOE» núm. 295, de 10/12/2013.
-McNeil, L. M. (2000). Contradictions of School Reform: Educational Costs of Standardized Testing. Critical Social Thought. Edited by Michael W. Apple, University of Wisconsin, Madison.
-Neary, M. (2012) “Student as Producer: an institution of the common?”, Enhanced Learning in Social Science (ELLiS) 4 (3) www.heacademy.ac.uk/journals/ellis/volume-4-3.page
-Sutton, P. (2013) “Fearful Asymmetries of Assessment”, in University of St Mark & St John: The Marjon Annual Conference. Wednesday 10th July & Thursday 11th July 2013.

4 comentarios:

  1. Muy de acuerdo. En la educación española no se enseña a pensar, solo a regurgitar datos para obtener un número inútil que aparecerá en un boletín. Eso no es aprendizaje.

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  2. Algo que debería ser esencial en la educación es el "aprender a aprender". Al parecer la educación está enfocada como recurso para aprobar exámenes. Desde el colegio hasta la universidad. Pareciendo, para mucha gente, que para aprender hay que ir a estas instituciones. Sin embargo, como bien dices, el acceso a la información ha cambiado y todo el mundo debería ser capaz de darle un uso correcto. Desgraciadamente los modelos educativos de los años anteriores parecen no haberse percatado de esto, de forma que aún habiendo tanta información, los alumnos sólo aprenden lo justo para aprobar. Es triste, que pudiendo el profesorado brindar a sus alumnos las inquietudes y herramientas para aprender por su cuenta, los estudiantes se conformen con solo aprender lo que se les enseña en la escuela. Debería fomentarse el autoaprendizaje mucho más, pues con lo cambiante que es la sociedad, como los estudiantes tengan que volver al colegio/Universidad cada vez que tengan que aprender algo...

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  3. Una curiosidad, ¿de donde sale el dato erróneo de que Marte y Venus no cambian de tamaño?

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