En la sociedad actual, en el contexto de un mundo post-industrial globalizado y sometido a una revolución tecnológica continua, la información es el ingrediente fundamental. Los flujos de mensajes e imágenes a través de las nuevas tecnologías han alcanzado una intensidad sin precedentes y se han constituido como los ladrillos fundamentales de una nueva estructura social [Castells 2000], hasta el punto de que la generación, procesamiento y transmisión de la información son ahora las principales fuentes de poder y de productividad.
Ocurre, sin embargo, que "conocimiento" no es lo mismo que "información". Aunque la sociedad informacional, apoyada en el crecimiento económico y el progreso científico y tecnológico del último siglo, está ya muy desarrollada, aún estamos lejos de crear el embrión de lo que sería una "sociedad del conocimiento". Esta circunstancia la sufrimos los ciudadanos y, muy especialmente, nuestros estudiantes de Educación Secundaria, que, aunque tienen acceso a una ingente cantidad de información a través de Internet, se ven desbordados por ésta e incapaces muchas veces de darle significado y utilidad.
Este es el motivo por el que ya hay autores [Fuchs 2010, Sutton 2013] que hablan de una nueva jerarquía social con relaciones asimétricas de poder, en la que las nuevas élites (los "doers") son los que organizan y controlan las TIC y los flujos de información. Estas élites forman redes y se comunican, pero marginan al resto (los "users"), que, en esta nueva sociedad, se encuentran en una clara situación de desventaja. Hay que señalar que esta jerarquía va más allá de lo que se entiende comúnmente por “brecha digital”. Los “users” tienen acceso a Internet y saben usar las TIC, pero se limitan pasivamente a consumir la información tal y como la presentan los “doers”, y a amplificar su alcance (retuiteo) a través de las redes sociales, sin crear ni procesar prácticamente nada. Está claro que no deberíamos utilizar, para describir esta situación, el término “sociedad del conocimiento” con el que nos han estado engañado los gobiernos neoliberales desde los años 80. Un término más adecuado es el de "capitalismo informacional global".
José Ignacio Wert, ex ministro de Educación que impulsó la LOMCE.
El curso 2015-2016 es el primero en el que la nueva ley del Partido Popular [LOMCE 2013] va a estar vigente en todos los niveles educativos. Una de las principales novedades de esta ley es que, en su marco curricular, el referente esencial de la evaluación ahora son los estándares de aprendizaje evaluables, que concretan y desarrollan hasta un detalle sin precedentes los criterios de evaluación, con la intención de convertirlos en realidades mensurables y por tanto, susceptibles de calificación. Otra, el establecimiento de exámenes externos estandarizados en 4º de la ESO y en 2º de Bachillerato para “medir” estos estándares. Ingenuamente la idea parece buena, ya que da la impresión de dar mayor rigor científico al sistema educativo, desglosando el aprendizaje en magnitudes medibles y cuantificables. No obstante, la realidad es otra muy diferente.