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24 mar 2020

Nuestros líderes políticos nos han fallado en lo más importante

El día 3 de marzo escribí este tweet. No tiene mérito ninguno. Me costó hacer la "predicción" 10 minutos de mi vida y una hoja de Excel. Cualquiera con conocimientos de matemáticas de bachillerato habría podido hacer la misma estimación burda de "vaca esférica". Y me consta que muchos otros también lo hicieron.




No siendo yo un experto en el tema, y no habiendo hecho ningún modelo matemático sobre la evolución del COVID-19, no consideré que fuera responsable publicar un mensaje de alerta. Desde mi ingenuidad, pensaba que el gobierno y los líderes de los demás partidos estaban siendo asesorados por verdaderos expertos, que manejaban modelos serios. Mi opinión era que lo mejor era dejarles trabajar. Y me limité a preguntar qué se estaba haciendo para prepararnos para lo que venía.
En cambio, otras personas, que tampoco son expertas, sí se atrevieron a publicar la predicción de que iba a colapsar el sistema sanitario. Por ejemplo, pocos días después de mi tweet, otros dos físicos de mi mismo campo, Carlos Pena y Juan José Gómez Cadenas, publicaron este artículo, en el que instaban a las administraciones públicas a tomar medidas urgentes. En una conversación pública con ellos, en la que yo defendía que era mejor que los físicos no invadamos el trabajo de los expertos, uno de ellos dijo:
Desgraciadamente, hoy sabemos que Juan José Gómez Cadenas tenía razón. Ni el gobierno, ni ningún líder de la oposición, publicó o alertó sobre los posibles escenarios de los modelos de los expertos que les asesoraban y sus probabilidades. Aunque con un análisis superficial ya se veía que era probable que el sistema sanitario iba a colapsar en 2 semanas, ningún líder, de ningún partido político, manifestó públicamente la necesidad de multiplicar a lo bestia las plazas en las UCIs, contratar más personal sanitario, comprar masivamente material y convertir el IFEMA en un hospital. Ni el gobierno ni ninguna comunidad autónoma, que están gobernadas o sostenidas por el 100% de los grandes partidos políticos, reaccionó adecuadamente hasta por lo menos el 10 de marzo. El motivo: nadie que supiera matemáticas a nivel de bachillerato estaba asesorando a nuestros líderes políticos. Es increíble, pero es lo que ha ocurrido.

La verdad es que yo ya llevo mucho tiempo acostumbrado a que los políticos decepcionen. Todos sabemos que nunca se rodean de los mejores profesionales, sino de aquellos que son de su círculo de confianza. Pero esta vez nos han fallado en algo tan tan importante, que tengo que admitir que estoy en estado de shock. Ni siquiera habría hecho falta que los políticos cuenten con los mejores en sus equipos. Con personas normales medianamente competentes habría bastado. Hay un antes y un después tras este desastre.

Si se hubiera aprovechado la semana del 3 al 10 de marzo para preparar el sistema sanitario y para establecer muchas de las medidas necesarias para frenar la propagación del coronavirus, se habrían evitado la mayoría de las muertes que en estos momentos se están produciendo, y no tendríamos a nuestro personal sanitario, los principales héroes en esta crisis, trabajando con tal escandalosa ausencia de material y tan desbordado. Los profesionales sanitarios no deben trabajar sin la protección apropiada. Son personas, no mártires, y están viviendo un infierno. Están poniendo en peligro mucho más de lo que era necesario sus vidas y las de sus familiares. El 3 de marzo ya se sabía que el principal problema que tiene el aumento de casos de COVID-19 es que llega un momento en que no hay respiradores ni plazas en la UCI para todos los enfermos graves. Eso tampoco es algo que sepamos ahora pero antes no.

Si de algo son expertos los políticos, además de en tener muchos amiguetes influyentes, es en salvar el culo. Da igual lo mal que lo hagan los líderes, ellos, aunque sólo sea por los contactos que tienen y porque siempre podrán aprovechar su fama para vender libros y salir en programas de televisión, siempre serán ricos. Nuestros líderes políticos, incompetentes que no vieron venir lo evidente, aunque enfermen nunca ingresarán en IFEMA para que les atiendan médicos desbordados y sin experiencia a quien acaban de contratar. La mayoría irán a cómodas y exclusivas clínicas privadas. También les harán el test rápidamente, para saber si tiene o no COVID-19. Los demás, en cambio, tenemos que estar encerrados en una habitación durante 14 días cada vez que tengamos un resfriado, por si acaso, porque no hay tests para todos.

Una de las estrategias diseñadas por los políticos para salvar su nefasta gestión de esta crisis es acusar a los que les critican de comportarse como el capitán a posteriori.
El problema es que ellos no tienen legitimidad para quejarse de los capitanes a posteriori que hay, porque no escucharon, y hasta silenciaron, a los muchos capitanes a priori que hubo, que alertaron de lo que venía.

Si nuestros políticos hubieran actuado cuando tocaba, estaríamos igualmente en crisis, como el mundo entero, pero ésta no tendría el tamaño desproporcionado que tiene ahora en nuestro país. La reacción tardía de nuestros políticos ha hecho que ahora seamos, junto con Italia, el país del mundo con más fallecimientos por COVID-19 por millón de habitantes (contando sólo países grandes). Si miramos los datos de hoy, vemos que el crecimiento del número de fallecidos sigue siendo exponencial.

Ya se deberían empezar a notar los efectos de tener a la gente encerrada en sus casas, pero nos puede todavía costar una semana llegar al pico de fallecidos por día. Eso son varias semanas más del sistema sanitario en colapso. Es probable que tengamos que estar más de dos meses encerrados y con el país prácticamente paralizado. Durante todo ese tiempo, la mayoría de la población tendrá que aguantar en apartamentos pequeños, sin poder salir ni siquiera a pasear, bajo la amenaza de multas desproporcionadas, mientras nuestros líderes políticos disfrutan del jardín privado de su domicilio particular. Muchas personas lo están pasando ya muy mal para pagar el alquiler y las facturas. Para muchas personas con problemas psicológicos, muchos niños y niñas, muchos ancianos que viven solos y necesitan pasear para no atrofiarse, va a ser también un infierno. ¿Vamos a tener 80 días a niños y ancianos encerrados en casa sin dejarles pasear ni siquiera un rato en solitario?

Respecto a esto último, da la impresión de que algunas medidas que ha establecido el gobierno, y aplaude la oposición, como prohibir a las personas pasear en solitario, o cerrar las tiendas de lámparas, por poner dos ejemplos, están más pensadas para dar una falsa sensación de que tenemos unos políticos que ahora sí se están tomando en serio el problema, que para frenar los contagios. Obligar a un anciano a ir a la panadería o a la frutería cada vez que quiere dar un paseo es mucho más peligroso para él que dejarle caminar alejado de todo el mundo. Sirve más para que los vecinos paranoicos que se pasan el día mirando por la ventana para ver as quién denuncian estén más tranquilos, que para frenar al coronavirus. En cuanto a las consecuencias psicológicas que tiene tener a más de 7 millones de niños y niñas encerrados en casa, no parece que a nuestros líderes políticos les importe. Pedro Sánchez, en el discurso en el que explicó el Estado de Alarma, el más importante de la historia reciente de España, se refirió varias veces a los perros, pero no mencionó en ningún momento a los niños y niñas. Los problemas que ellos sufran se van a quedar entre cuatro paredes. Sólo lo percibirán las familias que conviven con esos niños (y no todas). No se publicarán en las redes sociales más que los buenos momentos con los críos. Lo malo quedará silenciado por vergüenza de las familias y por el rechazo social que hay contra los que cuentan cosas negativas.

Vamos a estar confinados muchas semanas. Los que somos capaces de hacer ese sacrificio sin problemas deberíamos preocuparnos por los más débiles, los que más van a sufrir estar encerrados. Y también deberíamos exigir en algún momento a nuestros líderes políticos que asuman sus responsabilidades. Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Santiago Abascal, Inés Arrimadas y el resto de líderes políticos (también nacionalistas e independentistas) nos han fallado en lo más importante. Todos deberían dimitir. Es hora de que otras personas, que hasta ahora no se han dedicado a la política, les tomen el relevo.

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