—Mi querido Glaucon —dije—, ¿cuántas formas distintas conoces de obtener energía a partir de los núcleos atómicos?
—Fusión y fisión —respondió—. No doy para más.
—Así es. ¿Y qué diferencia hay entre ambas?
—Me parece, Sócrates, que la fusión consiste en unir dos núcleos para formar otro más pesado, mientras que la fisión es precisamente lo contrario, romper un núcleo en dos más pequeños.
—¡Muy bien! Glaucon. Y, cambiando de tema, ¿sabes en qué consiste la electrólisis del agua?
—Eso es, Sócrates, un proceso químico, no nuclear, en el que, aplicando una corriente eléctrica, podemos romper las moléculas de agua para producir hidrógeno y oxígeno molecular.
—¿Y qué ocurriría si, después, mezclamos ese hidrógeno y ese oxígeno producido? —pregunté.
—El hidrógeno y el oxígeno reaccionarían para producir exactamente la misma cantidad de agua con la que empezamos, así que no habríamos hecho nada —contestó Glaucon.
—Bueno, esta última reacción química es exotérmica —afirmé sonriendo—, así que obtendríamos energía.
—Me parece, Sócrates —replicó—, que no ganamos nada, porque esa energia es justo la misma que tuvimos que gastar en el proceso inverso, la ruptura del agua para producir hidrógeno y oxígeno.
—¡Muy bien Glaucon! El inverso de un proceso exotérmico es un proceso endotérmico, y las energías implicadas son exactamente las mismas. ¿Estás de acuerdo?
—Sí.
—¿Y el proceso inverso a romper un núcleo atómico no es unir las partes resultantes?
—Es cierto, Sócrates.
Adimanto, tomando entonces la palabra, me dijo: Sócrates, nadie puede negarte la verdad de lo que acabas de decir. Pero he aquí una cosa que sucede de ordinario a los que conversan contigo. Se imaginan que, por no estar versados en el arte de interrogar y de responder, se ven conducidos poco a poco al error mediante una serie de preguntas, cuyas consecuencias no ven al pronto, pero que ligadas las unas a las otras, concluyen por hacerles caer en un error contrario enteramente a lo que habían creído al principio. Y así como en el chaquete los malos jugadores se ven de tal manera entorpecidos por los hábiles, que concluyen por no saber qué pieza mover, en la misma forma tu habilidad en manejar, no las piezas, sino el discurso, concluye por poner a los interlocutores en la imposibilidad de saber qué decir, sin que por ello haya más verdad en tus palabras; y digo todo esto, con motivo de lo que acabo de oirte. En efecto, se te debe decir que es imposible en verdad oponer nada a cada una de tus preguntas en particular, pero que si se examina la cosa en si, se ve que hay una contradicción entre tu afirmación de que el inverso de un proceso exotérmico debe ser endotérmico, y la afirmación de Glaucon de que tanto con la fisión como con la fusión se obtiene energía.
Lo que tienen Glaucon y Adimanto ahora en la cabeza se llama
conflicto cognitivo. Un conflicto cognitivo no es más que la disconformidad o el estrés mental experimentado por un individuo que posee dos o más ideas o creencias contradictorias entre sí, o que ha sido expuesto a nueva información que entra en conflicto con sus expectativas previas. Se ha encontrado, mediante diversos experimentos en psicología, que las personas, mientras estamos experimentando un conflicto cognitivo, tendemos a experimentar una incomodidad psicológica que nos provoca una necesidad imperiosa de intentar reducir esa inconsistencia [Festinger, L. (1957).
A Theory of Cognitive Dissonance, California: Stanford University Press].
Este es el motivo por el que diversos psicólogos han incorporado los conflictos cognitivos en la estructura central de algunos modelos sobre los procesos básicos de enseñanza-aprendizaje, fundamentalmente en los modelos constructivistas [Ausubel, David P.,Novak, J.D.,Hanesian, H. (1978) Educational Psychology: A Cognitive View (2ª ed.). New York: Holt, Rinehart and Winston.] [Ausubel, David.P. (2000). The Acquisition and Retention of Knowledge. Dortrecht, Netherlands: Kluwer.].